Al final del mes de febrero, mientras estaba internado para que afinaran el diagnóstico, los médicos visitaban todas las mañanas a los pacientes, una rutina que tiene por objeto valorar la situación de cada uno. Recuerdo la primera visita, en la que me sorprendieron, pues era un grupo considerable de personas, entre ellos quien más tarde me operaría.
En ese momento, me informaron de la necesidad de operar y dieron un avance del diagnóstico que luego debería ser ampliado con una resonancia magnética. Yo como siempre hago, saqué toda la buena onda, todo el humor y la actitud positiva de la que soy capaz, haciendo algunos comentarios al grupo en general, entre otras cosas para valorar la actitud de ellos.
Era una manera de valorar también si podía confiar en esa gente. Y en ese momento, vi claramente que ellos eran el equipo correcto para ponerme en sus manos. Entre otras cosas, la reacción de una de las doctoras, quien ante algunos de mis comentarios reacciono diciendo que me tomaba la cosa a broma, pues no me notaba deprimido ni agobiado por la noticia.
Mi réplica no esperó y le conteste que no se confundiera, no es lo mismo tomarse las cosas a broma que tomárselas con humor. El humor, la buena onda, la alegría, la ilusión, el optimismo, forman parte de mi naturaleza y es lo que practico siempre a pesar de los pesares. Es el modo que tengo de sobrellevar ese tipo de situaciones, por mi, por mi esposa y todo mi entorno.
Así voy transitando el camino de la felicidad, estimulando a fondo la inteligencia emocional que nos ayudará a soportar todas esas cargas a lo largo de la vida.
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