La vida cambia en un instante, llegas a la oficina de tu esposa y mientras ella termina de hacer los últimos papeleos antes de cerrar para ir a comer, te pones a leer el periódico. Vas pasando las páginas y súbitamente ves los titulares dobles. Caramba, como primera cosa restregamos los ojos, pero la cosa no cambia, entonces el susto.
La cabeza a mil, tratando de descifrar cual es el problema, pensamos en varias alternativas y comenzamos a intentar descartar opciones. Independientemente de ello, la decisión sensata, ir al médico inmediatamente, nos hacen comprobaciones básicas, un electro y luego nos envían a un centro médico más completo para hacer pruebas más importantes.
Así el 22 de febrero pasado por la tarde, estábamos en el hospital clínico de Santiago de Compostela, entre análisis de sangre y otras pruebas, aguardábamos el momento del TAC. Luego los resultados, apareció algo en el cerebro y al cabo de unos momentos alguien de neurocirugía, nos explica la situación y la necesidad de hacer una prueba más, pero debía quedar internado para hacerla más rápido y eso hicimos.
A todo esto, estábamos pendientes además de que fuera antes del 5 de marzo, pues ese día celebrábamos nuestra boda en casa. Transcurrían los días y las visitas de los cirujanos, a quienes recordaba constantemente nuestra situación. Mientras tanto pasaron los anestesistas, los cardiólogos y finalmente la resonancia. Luego el diagnóstico definitivo, alta y quedamos para la semana posterior a la boda para fijar fecha de intervención.
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