Ayer vi como se coronó campeón mundial de moto GP Jorge Lorenzo, un hijo de Porto do Son como yo y cuyo abuelo fue amigo de mi padre. El asunto no fue exento de polémicas, por el hecho de que el otro aspirante al título era nada más y nada menos que Valentino Rossi, quien no asimiló muy bien haber perdido tal vez una de las últimas oportunidades de lograr su décimo campeonato.
Además de la alegría por el nuevo campeón, por la felicidad de coincidir en que nuestros orígenes son del mismo pueblo marinero de la ría de Noia y Muros, y por la impresión de que fue merecido el logro, me queda también la amargura de ver el mal ejemplo de un gran campeón como Valentino.
Más allá de que todos somos humanos y podemos cometer errores, más allá de que a nadie le gusta perder, más allá del negocio que implica todo ese circo, en los casos de éstos personajes que son observados por millones de personas, especialmente niños y jóvenes, deberían tener algo más de cuidado, pues un mal ejemplo a estas escalas de público, pueden ser muy negativos.
Nos queda la imagen de un personaje decadente, frustrado, incapaz de asimilar esa perdida y que lo canaliza despotricando y culpando a casi todo el circo de algo que en definitiva solo dependía de él y lo bien que lo hiciera en las últimas carreras. No soy quien para juzgar si lo hizo bien o no, solo me queda el resultado, evidencia gráfica de la realidad después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario