Hace unos días por el cumpleaños de mi madre, viajé a Montevideo por una semana gracias a la generosidad de Rosa, quien me regaló dicho viaje, pero que no pudo acompañarme por distintas razones familiares y laborales.
Desde la compra del pasaje hasta el momento de viajar, fue todo muy extraño, sensaciones y sentimientos diferentes, desde la alegría, la felicidad de compartir con mi madre y todas mis hermanas un momento especial luego de muchos años y por otro la amargura de viajar solo sin mi amor.
A partir del momento en que me dirigía a la puerta de embarque, aquellas sensaciones y sentimientos antagónicos comenzaron a hacer su proceso y se precipitaron violentamente, haciéndose viscerales, como carne desgarrada en lo más profundo se mi cuerpo.
Luego los días fueron pasando, el festejo familiar y poder ver a tantos amigos fue estupendo, pero esa sensación de nudo en el estómago permanecía allí, marcando a fuego un dolor que solo podría aliviarse en el momento del reencuentro con Rosa. Y así fue, la alegría, el abrazo y los besos de ese instante feliz, hicieron desaparecer todo vestigio de aquellas sensaciones.
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