El domingo pasado cumplió años mi madre, hicimos una pequeña reunión con familiares y amigos, comimos un asado y tomamos algún vino, la música, fotos proyectadas y un conjunto de gaiteros, ayudaron a generar todo un clima de felicidad y camaradería estupendo.
Dentro de ese clima de alegría, emoción y felicidad, conversamos con unos y otros recordando otros momentos gratos, pues como siempre sucede en éstas ocasiones nos reencontramos con familiares y amigos que vemos cada mucho tiempo.
Así las cosas, hablando con una amiga muy querida, surgió una situación en la que mi amiga comentó que la novia de uno sus hijos estaba haciendo un postgrado en Europa y nos pusimos a hablar sobre todo lo que ello implica, fundamentalmente en lo referente a las relaciones de pareja a la distancia.
Intentando llevar la cosa por el lado del humor y al mismo tiempo transmitir mis vivencias y experiencias al respecto, les hice un relato al respecto, a lo que luego mi amiga me comentó que podría haberle resultado algo ofensivo a su hijo, pues como es lógico y normal todos de una u otra manera somos víctimas de la duda, los celos y esas cosas humanas.
Pedí las disculpas del caso y me asaltó el sentimiento de culpa por haber recordado la situación de forma tan poco feliz. Una similar a muchas en las que estuve y estaré seguramente, me recordó que más allá de nuestras buenas intenciones, algunas veces cometemos esos errores por no tener en cuenta de qué forma nuestras experiencias y dichos, pueden afectar a la felicidad de los demás.
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