La historia se hace desde las pequeñas cosas que van sucediendo en cada pueblo, en cada rincón de un país. Desde los grandes acontecimientos y transformaciones, hasta cosas tan simples como la forma de vida y sustento de la gente de cada lugar.
Hace un par de días, me informaron que una parte de la historia de Noia, pueblo de tradición marinera al igual que todos los pueblos costeros, como es el barco mercante de cabotaje Joaquín Vieta, no cuenta con suficiente apoyo del ayuntamiento de Noia, ni de puertos, pues no le permiten el amarre en el puerto de Testa.
No conozco a fondo los motivos, pero es triste ver que un pueblo no tiene la capacidad de ayudar a mantener viva su historia, sus orígenes y de utilizarlos adecuadamente para beneficio de todos por su atractivo didáctico, turístico, así como fundamentalmente por su aporte al orgullo y la felicidad de quienes vivimos aquí, como un componente funcional y vivo del museo del mar.
Un pueblo que no tiene memoria, que no es capaz de preservar y difundir orgullosamente sus orígenes, sus raíces, que no apoya las iniciativas de su gente para revalorizar y restaurar pequeños trozos de su historia para la felicidad y regocijo de todos, es un pueblo agotado y sin futuro.
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